martes, 7 de enero de 2014

Mi loquero de labios y corazones

Dicen que enloquecí.
Que finalmente soy esclavo de mi pensar.
Que mi locura se apiada de mí solo cuando me permite ocultarla por momentos.
Dicen que enloquecí.
¿Y si no fueran tan solo falacias en boca de conspiradores?
¿Y si mi razón se desconociera frente al cristal de tus ojos?
¿Y si enloquecí?
Muchos son lo que al degustar mi palabrerío dudan de mi juicio,
Y tanto más los que han catado mi esencia a bocanadas en violáceas respiraciones.
Y no se equivocan: Estoy loco.
Loco a la par de pocos; Loco a la par del mundo.
Loco sin par.
Más no se confundan: Este loco no compartirá su desquicio.
Por años he perseguido su ocaso; Por siglos busqué su cenit; Por estrofas rastreé su perfección.
Y hoy he enloquecido.
Y mis ojos aún lloran, y mis labios aún besan. Y mi corazón aún se anima a latir.
Pues he saboreado la locura antes de hoy, y antes de ayer.
Y estuve tan recto como el mejor de mis principios. Y tan retorcido como el peor de mis sueños.
Y pude ver mi locura, y preguntarle sin despegar mis ojos de los suyos:
"¿Por qué he de convertirme en loco? ¿Qué mover de tus piezas me ha privado de mi cordura?"
Y mi enloquecer respondió:
"Ellos dicen que soy un soñador. Pero no soy el único, ¿Verdad?"
Y entonces mi corazón tamborileó presto a una nueva batalla.
Y me marché, acompañado por mi locura y mis ojos; Mi corazón y mis labios.
Si. He enloquecido. Y me encanta.

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