jueves, 6 de julio de 2017

Plaza de los Inocentes: Las Hamacas y el Tambor

     Decidí aunar las reflexiones sobre estos dos juegos puesto que dos similitudes me lo permiten y sugieren:

     1- Su movimiento pendular, donde se pasa de un extremo al otro volviendo siempre al punto central, coincidente con el estado natural de reposo (del péndulo en la Hamaca, del conjunto de péndulos en el Tambor).
     2- El propósito de ambos suele apuntar a lograr los máximos posibles de sus extremos (llegar lo más alto posible en la Hamaca, producir la verticalidad del Tambor).

     Estas dos premisas nos llevan a una conclusión lógica: para alcanzar el lugar deseado, el niño deberá ocupar repetidas veces el medio, es decir, el punto de inicio y el que más quiere evitar.
     La similitud con la vida adulta es clara: Cuando se busca el éxito, se deben esperar puntos bajos. Y no solo esperarse, sino tomarse como lugar donde tomar impulso.
     También es apreciable que nadie aprendió a hamacarse solo, y que las personas que nos enseñaron a hacerlo recibieron más de una patada nuestra (sobre casos especiales habló Freud en sus textos sobre el complejo edípico; si usted pateaba a propósito busque ayuda).
     Podemos destacar, como al pasar, que nuevamente se presenta el tópico de lo repetido e indeseado (el punto más bajo del péndulo), tal como el carácter cíclico del síntoma freudiano. Incluso es tan repulsiva la idea de volver a este punto que muchos niños saltan en un último intento de alejarse del mismo, de alcanzar un máximo más allá del juego.
     A veces solo - y me permito pedirle prestada una estrofa al conjunto que esperábamos ver con mi colega -, solo nos queda decir:

"Venga ese vaso, venga ese abrazo.
Brindemos, hermano, por todo lo malo:
Tal vez lo bueno está por llegar"*


*Don Lunfardo y el Señor Otario, "Misiles con mantequilla".

martes, 4 de abril de 2017

Plaza de los Inocentes: Las Calesitas

     Mucho se ha escrito a través de la historia y la filosofía de la Apocatástasis -también llamada Mito del Eterno Retorno-. Desde Platón hasta Nietzsche, los pensadores postularon la concepción de un mundo inevitablemente cíclico, donde la historia no es más que la repetición de arquetipos pasados, a la vez que una anticipación del futuro. La teoría propone una humanidad ajena a su origen igual y antiguo, completamente olvidado. La semilla que crece y se convierte en árbol que dará flor, luego fruto, y al fin se hará otra semilla, que no reconoce al árbol progenitor por convertirse en uno nuevo. Un nuevo comienzo, limpio y amnésico.
La Calesita más alta del mundo, Mar Del Plata
     Así mismo, la Calesita -o Carrousel- tiene su circularidad explícita, y sus ciclos medidos en tiempo o en canciones. Uno puede elegir el lugar que más le guste -si es que no está ocupado- para dar las mismas vueltas que todos sus compañeros. Entre las bajadas y subidas podemos confundir el círculo con línea recta donde se avanza, pero la verdad es que pasamos una y otra vez por el mismo punto. Incluso hay quien los espera para saludar a su mamá.
     Pero esta Calesita tiene una hermana, menor y homónima*, que se diferencia de la primera en varios aspectos:
     - Primero que nada, en su carácter gratuito. No es asunto menor el afán del ser humano a pagar por actividades que bien podrían prescindir del gasto de dinero, solo porque se le inventaron colores y alguna música para hacerlo más llamativo.
     - En segundo lugar, la duración e intensidad del juego son manejadas por uno mismo, o por un par a lo sumo; este espacio ya no es controlado por un adulto.
Una calesita en una plaza de Chicoana, Salta.
     -  Tercero, y consecuencia del segundo punto, la finalidad del juego no es la misma: Lo que puede ser en la Calesita un tiempo de distracción y estimulación visual se convierte en un claro intento de marearse o salir despedido del aparato en la calesita. Esto nos muestra claramente cómo el sentido de una actividad vira violentamente su rumbo hacia la autodestrucción en cuanto es uno el que tiene el volante. De esto habló hasta el hartazgo Sigmund Freud, postulando ideas como la del masoquismo como elemento inherente al neurótico, lo cíclico y compulsivo del síntoma (siempre tendiente a repetirse), la necesidad de castigo de un superyó cruel y despiadado, y (como punto máximo de esta analogía) la existencia de una pulsión de muerte -constituyente y anterior a la de vida-, destinada a la destrucción del yo, del prójimo, y en general del organismo. No es raro, entonces, que los niños busquen el malestar físico con tanta efusividad cuando toman el control del juego, dejando ver la naturaleza del propio humano, siempre en busca de su hamartia.
     - Y por último, existe en la versión paga algo que no se encuentra en la otra: La Sortija. Cualquier niño que tomase de las manos del operador la argolla de metal sería merecedor de una vuelta gratis en la Calesita. Una tradición aparentemente inocente hasta que uno se topa con los textos de Lepper y Greene. En uno de ellos se postula una máxima que lee algo como:

"La motivación extrínseca (provista por factores externos al sujeto) 
socava y carcome la intrínseca (la propia de la persona, la interna al sujeto)."

     Como toda hipótesis científica, esto fue puesto a prueba en un experimento, realizado con niños de entre 3 y 5 años. Luego de observar el juego cotidiano de los niños en el jardín (a fin de conocer los intereses intrínsecos del grupo), pusieron a los pequeños a jugar con marcadores, dividiéndolos en tres grupos que se manejarían con tres condiciones diferentes:
          - Condición de recompensa esperada: Se prometió a los niños del primer grupo que aquellos que jugaran con marcadores serían recompensados con un listón de "Buen Jugador".
          - Condición de recompensa no esperada: Los niños jugaban con los marcadores, y solo luego del ejercicio se les hacía saber de la recompensa y se los premiaba.
          - Condición sin recompensa: Este grupo no fue notificado ni premiado en ningún momento del experimento.
     Luego, los niños volvieron a ser observados en el entorno normal, donde podían elegir su modo de juego. Los niños del primer grupo decidieron jugar considerablemente menos con los marcadores que el resto de los niños. La conducta había pasado a ser controlada extrínsecamente; sin recompensa, no habría conducta.
    Volviendo a nuestra última comparación pertinente a las calesitas, podemos apreciar esta misma conclusión con respecto a la sortija: una vez que el niño la tome, deseará volver solo si tiene una nueva oportunidad de ganar el premio. Y lo que es más, si lograse conseguirlo dos veces en el mismo día, en una nueva ocasión donde la tomara solo una vez adjudicaría una falta de sentido a la actividad (comportamiento solo explicable por este fenómeno motivacional). Y no es diferente la situación de los adultos: Son pocos los que, habiendo sido recompensados por una tarea -ya sea con dinero, calificaciones o simples felicitaciones-, volverían a realizarla si este premio se ausentara.
     Pero no me crean, pruébenlo ustedes mismos: Secuestren al operador de alguna Calesita cercana, y verán como los niños dejarán de ir.


* Nótese que muchos juegos comparten este formato -y por exprensión, estos principios-: calesita de argollas, calesita en cono, etc.

Plaza de los Inocentes: El Tobogán

Tobogán de una plaza en Villa del Parque
Acorde a las características térmicas del ser humano (donde la energía requerida para una acción supera por cantidades enormes a la aplicada realmente en la tarea, convirtiéndose una amplia mayoría en calor excedente), el tobogán requiere un esfuerzo y un a inversión de tiempo demasiado mayores a la duración y ganancia de placer obtenidos. Uno ocupa su fuerza, como en la vida, escalando dificultosamente en forma vertical (muchas veces observando la peor cara del prójimo), persiguiendo metas efímeras y volátiles que ya fueron usurpadas por otros anteriores -o más rápidos- que nosotros. Incluso antes de estar allí reconocemos corto nuestro tiempo en el lugar deseado, porque otro vendrá a desplazarnos, y luego un tercero a este. Solo podemos esperar nuestra próxima oportunidad de escalar un sueño, a pesar de saberlo finito.

lunes, 30 de enero de 2017

Plaza de los Inocentes: Prólogo

       En los años que llevo de observar la vida y sus actores descubrí que no hay nada que me frustre más que lo que no tiene sentido. Busco significados y metáforas en lo más cotidiano, intentando no caer en el afán por la utilidad -no quiero que todo me sirva, tan solo que me haga pensar-. Con este mismo espíritu me encontré sentado en la calle, acompañado de un amigo que esperaba como yo para entrar en un recital. Somos los dos consumidores de textos filosóficos -tal vez yo un poco más de los psicológicos-, lo que suele ser un tópico recurrente en nuestras divagaciones. Esta vez no fue la excepción, y llegamos a conclusiones interesantes y profundas que, reservándome el derecho a un par de aportes ajenos al debate, me gustaría compartir con ustedes.
      La conversación giró en torno a similitudes entre las teorías sobre la vida y su funcionar que teníamos a mano en la memoria -bien teológicas, agnósticas o ateas- y los juegos que encontramos en una plaza. Incluiré, para comunar conceptos, imágenes de los juegos acorde los mencione y analice.

Proud to be me

There are many trees in this forest
and yet all of them share the same old song.
Each one has their own special tree lovers,
but there's no fighting, and no one's alone.

Maybe the trees are wiser than the people.
Maybe because they`ve been here for too long.
So when someone tries to rain in their parade
they just sing again their same old song:

Proud to be me.
Oh, why can't you see
there's nothing wrong with trying to be who I'm meant to be?
Proud to be me.
Sorry if you disagree,
but nothing you could say will ever make me feel less proud to be me.

Maybe the trees are wiser than us, poeple.
Maybe we should listen to what they say.
Maybe we should start a revolution,
so, as the trees, we should sing today:

Proud to be me.
Oh, why can't you see
there's nothing wrong with trying to be who I'm meant to be?
Proud to be me.
Sorry if you disagree,
but nothing you could say will ever make me feel less proud to be me.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Plegaria para un niño despierto

Y ahí se va caminando un niño despierto
-Tal vez el de Spinetta, pero en la mañana-.
Llorando por un sueño en otro lugar cierto.
Llorando por pesadillas de cercanías vanas.
Se va con su madre riendo en una foto,
con su padre y sus hermanos en un muñeco.
Llorando por un sueño cada vez más roto.
Llorando por pesadillas de un golpe seco.
Bombas van, bombas vienen:
Los gobiernos se entretienen.
Y al niño, por su llanto,
un mundo nuevo le deben.
Y ahí se va caminando un niño despierto,
con un corazón lleno de miedo al fuego.
Llorando por un sueño, uno con un rey tuerto.
Llorando por pesadillas de un mundo ciego.
Se va con su alma encogida en una mano,
con su futuro y su canto forjados en dolor.
Llorando por un sueño de un corazón sano.
Llorando por pesadillas, cenizas de amor.
Bombas vienen, bombas caen.
No parece que pronto paren.
Si no le dan su mundo al niño,
al menos no se lo saquen.
Y ahí se va caminando un niño despierto,
marcado por el terror mientras siga vivo.
Llorando por un sueño de odio muerto.
Llorando por pesadillas de enemigo esquivo.
Se va con su historia escrita en la sangre,
con un ideal borroso naciendo en la mente.
Llorando por un sueño de lobos sin hambre.
Llorando por pesadillas de bronca latente.
Bombas caen, bombas llueven:
Hacen que ideas se eleven.
Y aunque el niño hoy va llorando,
pobres los que su odio prueben.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Melodías gastadas

Arropada en la cama,
abrazando una almohada
comenzó a conocer sus latidos.
Lágrimas que tenían nombre
le sabían a ese hombre,
a ese tiempo de sueños vencidos.
Aquel hombre había sido su amor.
Aquel hombre apagó su canción.

Los latidos fueron gritos
y unos dedos pequeñitos
rearmaron un corazón ya roto.
Se sanaron las heridas,
e invitada por la Vida,
con su sonrisa renovó votos.
Ese niño sería su amar.
Ese niño y ella, alma en par.

Ella, madre primeriza;
Él, dibujando en tiza
puertas para entrar en su abrazo.
El tiempo, con delicadeza,
fue jugando así sus piezas
y al tiempo lo encontró en un flechazo.
Los labio de él besaron un "Te amo".
Los cabellos de ella en sus manos.

Varios inviernos más tarde
ese niño, ahora padre,
despedía a una mujer derrotada.
En la eternidad ficticia
de una última caricia
reconoció melodías gastadas.
Ahora él cantará esta canción.
De bandera hoy lleva ese amor.

Ahora él cantará esta canción,
y ella espera la cante mejor.