- Debe estar bueno eso de soñar. Cuando
me cuentan un sueño, me imagino teniendo, aunque sea, una pesadilla. Pero no,
nada. Nunca un sueño. Están frente al único hombre del mundo que no puede
soñar. Los médicos no saben por qué, los psicólogos dicen que me estoy
auto-inhibiendo, ni siquiera mis colegas escritores (soñadores por vocación)
aciertan a dar con la respuesta. Parece que estoy condenado a una vida sin
sueños.
- ¡Calláte Martín! A nadie le importan
tus cuentos…
- No, pa, dejálo hablar -interrumpió
Mara-, me interesa su historia.
- Igual -continuó el joven-, No hay
mucha más historia. Es simplemente eso: Me acuesto y no sueño.
- Pero tiene que haber un motivo de que
no sueñes, no podés haber nacido así.
El comentario de
Mara no le agradó mucho a Don Luis, su padre. Una cosa era recibir en la casa
al joven que había compartido siete años de amistad con su ahora difunto hijo,
Lucas. Pero que su hija se interese en un escritor, era algo que no iba a soportar.
- Bueno, -dijo levantándose del sillón-
ya va siendo hora de irnos a dormir…
-¡No, pa! –protestó la veinteañera-
¡Quiero saber qué le pasa a Martín!
- Lo que le pasa a Martín es que tiene
poca imaginación, por eso ni sueña ni vende. A dormir.
- Está bien, pero mañana seguimos
investigando –se resignó la muchacha-. Chau, pa. Chau, Martín.
- Chau, Mara. Hasta mañana.
–respondieron al unísono.
Mara soltó una risa sobradora y se fue a
su habitación. Frente al fuego del hogar, los dos hombres continuaron su
conversación.
- Dejáte con esas historias, que Marita
se las cree.
- ¿Acaso usted no me cree, Don Luis?
- En lo más mínimo. No me vas a decir
que hablabas en serio, ¿no?
- ¿Por qué jugaría con algo así?
- Porque sos escritor, jugás con lo que
tenés a mano. Y sigo sin creerte.
- Lo entiendo Don Luis, yo tampoco me
creería. Un escritor sin sueños, ¡Impensable!
- No, impensable no: imposible.
- No, Don Luis, imposible no es porque
me pasa, por más imposible que suene. Nunca en mi vida he tenido un sueño.
- Mara puede ser bastante crédula
Martín, pero a mí no me engrupís. Andáte a dormir, dale, que mañana te necesito
despierto.
Dicho esto, cada cual fue a su
habitación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario