lunes, 30 de enero de 2017

Plaza de los Inocentes: Prólogo

       En los años que llevo de observar la vida y sus actores descubrí que no hay nada que me frustre más que lo que no tiene sentido. Busco significados y metáforas en lo más cotidiano, intentando no caer en el afán por la utilidad -no quiero que todo me sirva, tan solo que me haga pensar-. Con este mismo espíritu me encontré sentado en la calle, acompañado de un amigo que esperaba como yo para entrar en un recital. Somos los dos consumidores de textos filosóficos -tal vez yo un poco más de los psicológicos-, lo que suele ser un tópico recurrente en nuestras divagaciones. Esta vez no fue la excepción, y llegamos a conclusiones interesantes y profundas que, reservándome el derecho a un par de aportes ajenos al debate, me gustaría compartir con ustedes.
      La conversación giró en torno a similitudes entre las teorías sobre la vida y su funcionar que teníamos a mano en la memoria -bien teológicas, agnósticas o ateas- y los juegos que encontramos en una plaza. Incluiré, para comunar conceptos, imágenes de los juegos acorde los mencione y analice.

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