Yo caía.
Caía y veía
mi vida pasar delante de mis ojos. Todo lo que había desperdiciado,
todo lo que valoré, todo lo que alguna vez tuve o fui.
Y caía.
Caía a un
vacío total, un terreno desconocido en el cual mi vida seguramente
acabaría, donde todo se fusionaría en un vórtice de terror y
adrenalina.
Y yo caía.
Por mi mente
pasó mi madre, mi eterna heroína, mi fiel compañera. Ella no
estaba ahí para amortiguar mi mortal impacto. Estaba solo.
Y seguía
cayendo.
Antes del
golpe final pensé en Lucía, mi vida, mi amor. La amaba desde hace
tan poco. Nunca iba a poder decírselo.
Vi el suelo
acercándose. El coctel de emociones me obligó a cerrar los ojos.
Y,
finalmente, caí.
Juro que nunca más me subo a un tobogán.
Juro que nunca más me subo a un tobogán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario