lunes, 5 de enero de 2015

Arbitrariedades

Mis andares han vuelto a ser arena de su reloj;
Fugaces, efímeros, dueños tan solo de sus fines cantados.
El recorrer de mis pupilas hoy saben a vanidad amarga y cobarde.
Deberán descansar las huellas de mis pies abatidos,
y solo entonces mi propio avanzar dejará de atropellarme.
Durante demasiado mi apatheia fue el reverso de mi odiado.
Hoy solo puedo desangrarme en tinta que con desdicha se percata
que el antagonista y su origen son la misma cosa,
de una misma carne, arrojados por una única mano,
dos caras inalienables de su moneda hospedadora.
Mis dos mitades se desgarran mutuamente en el encuentro,
ajenas al ininterrumpido sufrir de su anfitrión.
Un alma deshilachada flamea con la brisa de las eras,
orgullosa de aún mantenerse en pie,
avergonzada de seguir deshaciéndose pese a la lejanía
de aquel último zarpazo que estremeció su pasivo dormitar.
Tal vez el río la encuentre poniendo fin a la eterna
contemplación de su sombra, vislumbrando la luz que dio vida
a ella misma y a su renegrida compañera,
o bien abrazando su epitafio premeditado y funambulesco,
que osó jugar a ser azar sin mostrar arbitrariedad alguna.

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